Carmen Jimenez Parro
No es fácil sentir y tener presente el aire porque estamos habituados a movernos sin dificultad a través de él, por ello es necesario para entender el sentido del trabajo cambiar los componentes del medio fluido y optar por otro más incómodo, el agua, en el cual los movimientos son muy lentos. Los fenómenos meteorológicos que afectan a la navegación se traducen en los signos móviles del oleaje en la natación y, después, en las inclinaciones y los giros mecánicos de las corrientes marinas que condicionan el buceo. De este modo, la conexión del edificio con la tierra disminuye al estar sometido al desequilibrio continuo de las fuerzas del viento, la lluvia y los relámpagos, que generan un estado de incertidumbre donde la estabilidad o la posición erguida es sólo un caso particular. Esta influencia líquida en el proyecto no significa que el tema del trabajo esté centrado en edificios con agua, ni tampoco en metáforas, sino en un recorrido por los sistemas de vida propios del mundo oceánico. Inicialmente, el material de la investigación comprende tres artículos del número 2 de la revista norteamericana Perspecta, publicados en 1953: «Toward a Plan for Midtown Philadelphia» de Louis Kahn, «The Cardboard House» de Buckminster Fuller y «A Photograph Essay on his Casa Milá» sobre Antonio Gaudí. Primero, una traducción en signos: flechas en los textos, vectores en las ecuaciones y fuerzas físicas en los objetos. Segundo, una traducción en meteoros: aéreos, acuáticos, eléctricos y magnéticos, donde el aire y el agua intercambian físicamente sus sistemas al formar, tanto uno como otro, medios fluidos. Tercero, una traducción en máquinas simples: la palanca, el plano inclinado, la cuña, la polea, el torno y el tornillo como la contención del espacio líquido o el coágulo y paradójicamente a veces ocurre dentro de una figura de geometría precisa. Dentro, la naturaleza interviene en los tres fragmentos literarios traducidos -El Mar de Jules Michelet, Moby Dick de Herman Melville y Los Cantos de Maldoror del Conde de Lautreamont-, con la intención de mostrar el universo de la sangre y los líquidos en el mar, la savia de las plantas del plancton que sirve de alimento a las ballenas y la gelatina de los seres acuáticos en el viejo océano. Se concreta un pacto que deja a la Naturaleza con sus fuerzas complejas y azarosas libres de un dueño que imponga una geometría a su espacio, mientras las cosas no reducen su materia a un simple cometido pasivo, a la espera de poder ser transformado.