Antonio González Balbuena
Rhiana, es una niña de once meses perseguida por Khun Chamanad, un alto jefe de la mafia tailandesa, con el fin de eliminarla para apoderarse de parte de la inmensa fortuna de Ontano Hamsurin, tras su fallecimiento, porque era la heredera directa. Primero ordenó asesinar a su madre Shiamida Hamsurin, cuando vivía en Bangkok con su marido Uli Steinke, alemán que residía en esa capital como delegado comercial. Su marido, consciente del gran peligro que corría su pequeña hija, y él mismo, escuchó los consejos de sus allegados y huyó de Bangkok con la niña, para refugiarse y ocultarse en su país, donde pudo rehacer su vida al lado de su segunda esposa Mari, de nacionalidad española.Cuando la niña tenía nueve años, fue localizada por Khun Chamanad, que envió a tres de sus secuaces a la ciudad alemana de Hamm, con orden de matar a la niña. Lograron matar a sus padres en su domicilio, pero no a la niña que estaba en un cumpleaños. Dos de los asesinos fueron abatidos por la policía alemana en un enfrentamiento y el otro consiguió huir. La niña, por orden de un juez, paso al programa de protección de la CSC 9 de la Policía Federal.A partir de aquí, las secuencias se van sucediendo a un ritmo acelerado, con intervención de variados personajes destacados, en distintos lados de la ley, que pugnan por alcanzar sus objetivos, unos por localizar a la niña para eliminarla, y otros por protegerla.Es una novela coral, en la que hay muchos personajes, pero con muy buen ritmo narrativo que no decae en ningún momento. Tanto los personajes como las situaciones que viven son cercanas y producen empatía. Las descripciones se visualizan con facilidad y son ágiles y comprensibles.Resulta fluida y emocionante la trama de la novela, y de los distintos personajes que intervienen en ella, con secuencias muy dinámicas de suspense y acción. Destaca, también, los amplios conocimientos de lucha del autor, la música y la buena comida. El lector se encuentra con una obra bien construida, documentada y narrada. En toda ella se aprecia una gran riqueza léxica y el buen uso que el autor hace de ella. También se agradece el sentido del humor latente a lo largo de toda la obra.
